La palabra galguerías está aceptada por la RAE pero
extrañamente, es poco conocida fuera de Bogotá. Casi siempre le dicen
chucherías o golosinas. Sin embargo, cuando mis amigos no rolos la escuchan,
les encanta, por lo cual terminan apropiándose del término. En la familia de mi
mamá, existe una expresión aún más local (ésta si no está en la RAE), que es “comiso”.
Considero que comer galguerías es uno de los
grandes placeres de la vida. Afortunadamente fui privilegiada con un cuerpo que
no engorda mayor cosa o si no tendría un serio problema de obesidad. De hecho,
en mi tierna infancia, constituyeron la base de mi alimentación, dirigida por
una madre muy malcriadora en este aspecto. Supongo que desesperados por mi bajo
peso rayando en el límite de la desnutrición, mis padres recurrieron a las
galguerías “para que al menos comiera eso”. Ahora no sé si por el contrario,
las galguerías fueron el motivo de que no comiera como es debido y que hayan
contribuido a mi metro y medio de estatura.
Ya
algunos lo sabrán por el blog de mi hermana, que éramos la envidia de cualquier
niño. No existía la orden “No comas eso” o “después de que acabes la comida”.
Nuestra alacena reventaba de galguerías de todos los tipos y teníamos libre
acceso en la cantidad y momento que eligiéramos. No era extraño comerse una
chocolatina apenas abríamos los ojos y antes del desayuno. (Confieso que aún lo
hago). Nuestra lonchera para ir al colegio, en lugar del jugo de guayaba +
banano + emparedado, la conformaba algo como Milo+ paquete de boliquesos
+nucita. A mis amigos siempre les gustó ir a mi casa (hablo de mis amigos de la
Universidad!!) porque por todo lado encontraban alguna golosina que picar. Seee,
ya sé que no fue el modo alimenticio más saludable del mundo y espero no
repetirlo con mis hijos pero debo reconocer que las galguerías ilimitadas
hicieron de mí una niña muy feliz. Por otro lado, es posible que debido a que siempre
pude comerlas sin restricción alguna, nunca lo hice de manera compulsiva y hoy en
día puedo no acabarme el paquete completo de galletas o dulces y comer las
galguerías con moderación así disponga de ellas, control que muchas personas no
tienen.
Cuando
haces algo desde niño, se crea un hábito para toda la vida. Esto es, a mis 32
años, las galguerías forman parte primordial del mercado básico, junto a la
leche y las arepas. Antes de independizarme, siendo ya una médica
especializada, mi madre me dejaba “lonchera” para llevarme al trabajo en el último
escalón de la escalera. Y cuando llegaba, me esperaba alguna galguería de las
que más me gustaban sobre la mesa de noche. Estos detalles coquetos de mi madre
son una de las cosas que más extraño en mi vida independiente. Ella además
tiene el toque de saber cual es tu galguería preferida y darte a probar nuevas
galguerías que supone, te podrían gustar, es una profesional!!. Su maternalidad
galgueriana llega a tanto que si alguien se quedaba en la casa, también le
preparaba lonchera. Si sales con ella, puedes contar conque no te faltarán
chicles, mentas o caramelos de los cuales siempre dispone en su bolso. Y si te da
algún regalo, puedes esperar pegado a la tarjeta invariablemente anexada, una
golosina gourmet.
Podrán
imaginar que en la casa paraíso de las galguerías, todos contribuyen y cada uno
tiene su especialidad. Mi madre come muy pocas cosas porque le hacen daño pero
extrañamente, las golosinas no. Ella se especializa en colombinas, chicles y
gomas de regaliz. Mi hermana es la gran consumidora de las gomas y dulces
gringos tipo “nerds”, “airhead” y esas cosas que te dejan la lengua azul. Yo
siempre me he inclinado más por los chocolates y paquetes selectivos. Mi padre,
más que todo chocolates también y recibe las galguerías que nosotras no nos
comemos porque no nos gusten o nos parezcan muy dulces. Cada uno tiene su
caleta de galguerías personalizada y escondida… nadie excepto el dueño puede
disponer de ésta!!!! Hoy en día, la costumbre de la caleta persiste y aunque sé
que nadie va a ir a coger de mis galguerías en la alacena (los alimentos ocupan
dos estantes, uno de ellos es sólo de galguerías), tengo mi caleta de cositas
más ricas escondida en el clóset.
De
los chocolates, me gustan principalmente los simples. Nada de chocolate blanco
(que por lo demás ni siquiera tiene cacao), ni rellenos dulces o con licor, ni
crispis, ni cookies y mucho menos con adiciones de maní o almendras. Tampoco
soy fan de la asociación con caramelo o nouguet. El chocolate negro de leche sólo,
es para mí la perfección. El único relleno que me agrada de verdad son los
elaborados con mantequilla de maní. De tal manera, tengo mi favorito de cada
región. En USA, los kisses tradicionales de Hershey´s. En Brasil, las serenatas
de amor. En Argentina los Bon o Bon. En Chile las Nestlé. En Europa las Lindtt,
especialmente Lindor. Respecto a Colombia, pienso que el chocolate Jet es algo
mediocre, Italo igual. Pero recuerdo que existían unas chocolatinas deliciosas
llamadas Dixit, tristemente las descontinuaron. Las trufas de cualquier tipo
son deli deli.
Aunque
me chiflen los chocolates, los paquetes les alcanzan a competir. No los
comunes, chitos, papas y chicharrones. Colombia, que es el paraíso de la
variedad en paquetes, satisface plenamente mis caprichos. Los que más me han
gustado en toda mi vida, fueron los Snackys de queso. Digo fueron porque se
extinguieron hace como 20 años. Una vez, hace 5 años, los encontré casualmente
en un Olímpica de Santa Marta. Me compré todas las existencias y me los llevé
para la Sierra Nevada!! Claramente, estaban muy viejos pero a mi me hicieron la
más feliz del mundo y me ayudó a sobreponerme a las exigencias del trekking. En
Europa encontré unos chitos de queso que aunque no sean lo mismo, se le asemejan.
Todo viajero europeo de confianza, tiene que atracar las tiendas de los chinos
y traerme mis chitos de paquete grande. Mi hermana más o menos llena una maleta con ellos cada
vez que viene. Se queja un poco porque ocupan mucho espacio y toda la maleta queda
oliendo a queso artificial. No se consiguen fácil, sólo en Madrid y Lisboa!! Del
episodio de los snacky´s me quedó el gustillo a viejo, así que dejo envejecer
mis chitos intencionalmente antes de comérmelos.
Otros
de mi gusto, son los tostacos picantes, las rosquitas, los platanitos maduros, los
gudiz, los chokis, los snackys de caramelo y los boliquesos, que nunca pierden
vigencia. De los nuevos paquetes, las tostiarepas y las natuchips de yuca son
la revelación. Tuve un tiempo de compulsión con los tostacos de queso cuando
era adolescente. Me comía sagradamente dos paquetes diarios. Pero un día se me
reventaron en el bolsillo del morral y el olor a queso me mareó tanto que
después de eso no pude comerlos nunca más. Actualmente, los Doritos me generan
una sensación de repulsión similar.
Los
snacks habituales como Todorico, maní, pasas y galletitas no son lo mío. Aparte
de los chocolates y los paquetes arriba mencionados, tengo debilidad por las
golosinas en polvo. Amo los quipitos. Y todo aquello que normalmente se usa
para disolver, como leche en polvo, gelatina, Tang, Milo… son para mí el
perfecto snack. Y no me empalagan, pero si me dan una cucharada de arequipe, o
cualquier cosa de repostería con crema, sólo logro comer un pedacito.
Por
último, comer mis galguerías favoritas mientras leo un buen libro o mientras
juego, constituyen para mí el concepto de felicidad. La lectura así es mi plan individual
preferido. Y si estoy en ese plan de éxtasis, no me gusta ser interrumpida!!
Las preguntas
1. Do you snack?
2. Do you prefer sweet or salty snacks?
3. What one snack can you not resist?
4. What one snack do you refuse to try?
5. Do you tend to snack more by yourself or when you are with friends?
Las preguntas
1. Do you snack?
2. Do you prefer sweet or salty snacks?
3. What one snack can you not resist?
4. What one snack do you refuse to try?
5. Do you tend to snack more by yourself or when you are with friends?